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sábado, 10 de marzo de 2012

Formación familiar como piedra angular de la actitud y capacidades emocionales del niño

PARTE IV
UNA PUERTA ABIERTA A LA OPORTUNIDAD
Escrito por: Marianela Pinzón Pinzón
C.I. 9.235.487

Formación familiar como piedra angular de la actitud
 y capacidades emocionales del niño

Definitivamente Daniel Goleman es un artífice  en explicarnos la importancia del adiestramiento (sea este, personal, familiar o colectivo) para el convencimiento de manejar nuestras vidas en el enfoque de la inteligencia emocional.

Esta parte cuarta nos reitera como los seres humanos tenemos la maleabilidad de predisponer la conducción de nuestras emociones; además de la corresponsabilidad que tenemos los padres de educar a nuestros hijos en un entorno apto para predisponer sus sentimientos, valores, aptitudes, actitudes, temperamentos, conciencia de uno mismo, conciencia emocional, autocontrol, en fin, todo ese cúmulo de rasgos característicos que nos diferencian a unos y a otros.


Nuestro hogar indiscutiblemente lo visualizamos como una puerta abierta a las oportunidades, es él el crisol en el cual vamos modelando la vida de cada uno de quienes integran el núcleo familiar, y así, los padres tenemos en nuestras manos  la tarea de disponer las herramientas y pautas para que los hijos puedan relacionarse de la manera mental más eficaz y saludable posible, en este mundo en el que no sólo pulula la contaminación, sino el fenómeno del estrés.
Y es tan acertada la tesis de Goleman en cuanto a que “el entorno familiar es la primera escuela del aprendizaje emocional” ya que es allí en donde los padres van forjando la estructura emocional del hombre del mañana. Así que nosotros como padres somos el espejo que refleja a nuestra prole, la relación que como pareja a diario le demostramos, no solo en lo que decimos o hacemos, además somos agentes catalizadores de los sentimientos, dependiendo de la manera en que manejemos los mismos sentimientos.


Es así que, y según los estudios de casos, nos demuestran que si somos unos padres emocionalmente competentes, maduros, o inteligentes, podremos ayudar a enriquecer, fortalecer las emociones de los hijos o de igual modo determinar y encausar sus variaciones o cambios emocionales, puesto que para nadie es un secreto la permeabilidad de los más pequeños en adaptarse a nuevas situaciones; de lo contrario, estaremos criando futuros hombres recargados de bajas emocionales que no le permitirán hallarse a plenitud.


Goleman nos explica que el aprendizaje emocional se inicia en los primeros momentos de vida y este aprendizaje continúa a lo largo de toda la infancia, de aquí que los padres nos convertimos en arquitectos de futuros, debido a que durante los 3 o 4 años de vida, el cerebro del crío crece hasta los 2/3 de su tamaño maduro, es por ello que las consecuencias de las lecciones emocionales aprendidas durante ese tiempo, son de una importancia extraordinaria.
Si un niño presenta miedos, escenas de pánico o secuelas de trastornos de estrés postraumático, estos podrán ser superados con la reeducación del circuito emocional, ya que el cerebro emocional reaprende que la vida no debe considerarse como una situación de alarma constante.


Nuestro objeto de disertación nos indica que el aprendizaje de las destrezas emocionales nos educa para el vivir en armonía y crecimiento, por lo que el niño está sujeto y dependiente del conocimiento de “aprender a aprender”, a fin de que logre un  rendimiento escolar óptimo, tomando como referencia el autocontrol, la curiosidad, la intencionalidad, capacidad de comunicar, confianza, cooperación.


De igual modo, dependiendo de las prácticas en las que se conduzcan las relaciones familiares, podremos hacernos una idea de cómo será ese niño emocionalmente como hombre de futuro. Así que si un niño es maltratado, ignorado, sobreprotegido o humillado; o por el contrario, es un infante criado en un ambiente familiar equilibrado, en el que los padres en momentos cuando se presentan problemas se convierten en instructores en el manejo de las emociones; definitivamente, se deja entrever que la formación familiar determina la piedra angular de la actitud y capacidades emocionales del niño.




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